lunes, 13 de mayo de 2013

Aeroflex

Martín Gorri fue, como todos los primeros jueves de mes, a la reunión de la única asociación a la que pertenecía: la POCA, Pocket One Collectors Association. Eran tiempos sombríos para Martín, y se refugiaba en la asociación que se convocaba en el bar Danubio. La reunión era a las 21 y el viaje en el 60 lo animaba.

"Vení Martín, tenemos que comentarte algo", lo recibió Oscar en la reunión. "Alfredo trajo el catálogo de Inglaterra", y así la decena de parroquianos se reunió tras el pequeño libreto que presentaba las maravillas de la colección deseada. "Otra vez los de Universe la pegaron, ¡presentaron el Branquial!", un curioso coche fusiforme que tenía escapes a los costados que partían de "agallas" como las de los peces.

"Déjenme con esos modelos tontos. A mí me gustan más los de la gama Classical Years, son como en los tiempos de Nistley", exclamó César. Los locos de los Pocket One añoraban los tiempos en que Boris Nistley, oscuro líder de la marca, presentaba interesantes novedades todos los años, como cochecitos de bomberos con escaleras expandibles, miniveleros que eran sensibles al aliento y tractores que venían con cuerda para imitar el ruido de los motores.

"A ver éste...", divisó Martín. "¡Es un concept!" "¡¡¡Un concept!!!" respondieron los demás. "¿Pero cómo te vas a fijar en un 'Mastodóntic Aeroflex'?", sentenció Oscar; "Para concepts, ¡es mejor el Proven!" celebró Juan Manuel. "Claro, porque vos manejás un Mercurial del que deriva", le espetó Víctor.

"Sé del 'Aeroflex'", retomó César, "pero me dijeron que es un modelo misterioso. Los que lo tienen no se quieren desprender de él, no sé por qué. No he tenido oportunidad de ver uno en serio." Martín se preguntó qué sería aquello que tenía tan aferrados a un modelo que, por cierto, no era más que uno de los 60 que la Pocket One traía cada año.

La reunión finalizó con la cena, un carré de cerdo con papas españolas espectacular, y la exposición de los pocos modelos que pudieron conseguir en los últimos días. Eran los tiempos de los precios locos, y la inflación hacía tanto que los pudieran conseguir un Pocket One añoso regalado, como uno nuevo a peso de oro.



Cinco días después, se lo encontró en el mercado. En la góndola de autos en miniatura había carraspeado entre los Pocket One. Entre los coloridos modelos, destacaba en el fondo de unos blisters un voluminoso fantasma marfil. Era un prototipo, que tenía en sus laterales escrito "Aeroflex". No dudó en llevárselo.

Al llegar a su casa, sacó el blíster de su bolso. Con cuidado lo abrió y sacó el pequeño ejemplar. Divisó su cabina de burbuja plástica y sus faros pintados. Hacia el centro, vio una hendidura que marcaba el cochecito por la mitad. "Tiene partes móviles", rezaba el cartón del empaque. Movió la parte trasera del chasis, y éste se flexionó presentando un brillante motor de doce cilindros en V. Martín quedó maravillado por su fulgor.

El brillo fascinaba al coleccionista de manera tal, que le hacía olvidar todo. Parecía un anillo mágico. Martín creyó ver una leyenda en lo que sería la tapa de válvulas, algo grabado. Y como un toma de carburador pintado de rojo brillante, que lo hacía ver como un rubí. Con el reflejo de la lámpara de dibujante con que se iluminaba, el rubí le trajo un recuerdo como un rayo. Y muy grato.

Recordó sus quince años, y cómo había festejado tras un recital de Boombox Twenty. Lo que había festejado frente a "Lonely Home", "Bliss on Fire" y otros temas de esa banda pop que había llegado sólo una vez a su ciudad. Después recordó aquella vez que había ido a la heladería del centro y se había comido medio kilo de menta granizada. Y otro flash del rubí le recordó a Juanita, la única novia que tuvo. La noche que rozaron sus labios, y que se besaron a media luz bajo la lluvia.

La suma de recuerdos iba in crescendo cuando un desliz del pulgar cerró la tapa del motor. Y los recuerdos bonitos cesaron. Otra vez estaba en la mesa de dibujo, observando su Aeroflex, no lejos de los demás Pocket One que tenía en su vitrina. Sintió un dejo de tristeza. Y sintió el reflejo de querer ver de vuelta el motor.

Otra vez la magia. Otra vez, los recuerdos. Salidas, comidas, amores. Un caleidoscopio de alegría a través del brillo del rubí. Y una vez más, la tristeza, cuando otro desliz cerraba el capot trasero del Aeroflex. Estaba por abrir el cubremotor una tercera vez, cuando tocaron a la puerta de su dos ambientes.

Era Pedro, su vecino. Con su hijo Orestes. Martín mucho no los quería, porque Pedro decía que su afición era digna de niños, y que tanto mejor, que gente como su hijo los jugara, en vez de guardarlos. Martín estaba por excusarse, pero un empellón pasó a través de la puerta.

"¡Orestes, Orestes! ¡Qué chico!", exclamó el padre. "¡Venga para acá! Esa costumbre de meterse en casas ajenas sin permiso..." Lo llevó de una oreja, y prometió a Martín que el hecho no se volvería a repetir.

Martín les dijo adiós y volvió a sus cavilaciones, cuando notó que el Aeroflex no estaba más. Sintió una gran sensación de tristeza, el gamberro de Orestes se lo había llevado. "Y de seguro lo jugará, y don Pedro se va a excusar, mejor que lo jueguen...", bramó. Y con un poco de agua con soda se quitó el disgusto aquella tarde.


Pasaron los días. Pasó un mes. No supo qué decir en la siguiente reunión de la POCA, y ni quería nombrar al Aeroflex. Pero fue en vano. "¿Viste que a Juan Manuel lo atropelló un camión?", le comentó Oscar por lo bajo. "Tuvo que ver ese maldito Mastodóntic concept. Ya decía César que ese modelo era extraño. Quería estar todo el día con él. Decía que le recordaba sus campeonatos de papi fútbol. Y salíamos de su casa cuando el Beckett lo pisó, con el modelo en la mano."

"¿Lo tenés?", le preguntó Martín. "No, se lo llevó la policía como prueba. No podían creer semejante adicción", confesó un desolado Oscar. "No puedo comprender, y mirá que junto Pocket One desde los años setenta, que uno de ellos generara tanta adicción. No puedo creer que, como dice acá en la nota..." Lo miró, le despertó una alarma y arrebatado lo leyó con atención.

Pensó en Orestes. En el modelo que el chico le había birlado. Y salió raudo de la reunión papel en mano, sin terminar unos ñoquis a la bolognesa que recién acababa de empezar. Tenía que avisarle a Pedro de que no se le ocurriera...

Llegó a su edificio en la noche oscura. Buscó el 3º "D". Tocó el timbre nervioso. "¿Sos vos, Martín?", se escuchó la voz cansina de Pedro. "Ah, ¿qué hacés coleccionista? Me acordé de vos porque Orestes le está entrando la manía como a vos. Ya no tiene tantas ganas de jugar, se la pasa hablando todo el día de ese Macrobiotic Astrotech, o Mangonotic Afromech, prototipo de no se qué que tiene todo el tiempo en sus manos. O más bien tenía..."

"¿Tenía?" susurró Martín entre dientes. "Sí, porque el guapo del grado se lo afanó hace dos días. Pero menos mal, porque al día siguiente tuvo una caída y no va a poder venir al colegio por dos semanas. Ese guapito siempre anda cargoseando a mi Ori. Ese Afrozech al final me hizo un favor, sacándome de encima a ese loco por un rato."

Desolado, pero tranquilo, volvió a su dos ambientes. Y en el bolsillo, sacó la fotocopia que le había sacado a Oscar. Decía "El último invento de Boris Nistley, censurado. La pintura 'Glymogyn', patentada por el brillante creador británico, fue retirada del mercado por ser acusada de provocar extraños comportamientos en los operarios de Pocket One. Produce sueños, palpitaciones y distracciones al que ve sus reflejos. Se advierte que 'Glymogyn' fue utilizada para pintar los interiores de los modelos, sobre todo los motores del llamado concept car Mastodóntic Aeroflex..."


13-may-2013

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